Escrito por: Luis Fernando Villacreses
Las
leyendas son muchas en torno a los Llanganates, tienen un misterio, tienen esa
magia que hace que expedicionarios por contadas ocasiones visiten la zona. Las
especies que se pueden encontrar allí son únicas tanto en fauna como en flora.
Es
así que bajo la invitación de Manuel Vieira funcionario de la Subsecretaría de
Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Ecuador a conocer unas ruinas
arqueológicas en los Llanganates enseguida afloró en mí el espíritu aventurero
y empecé en mi mente a planificar de inmediato el viaje.
Sin
lugar a duda la emoción me invadía al pensar que iba a conocer un sitio
arqueológico escondido en el Parque Nacional Llanganates ya que desde niño he
tenido siempre la atracción a la arqueología y siempre me ha fascinado la historia
y sobre todo la cultura de los pueblos.
La
fecha indicada para la travesía se acercaba y la emoción era compartida por
todos los compañeros que iban a participar de la expedición. Manuel Vieira tío
de mi esposa me había comentado en ocasiones anteriores del interés de conocer
este sitio, pero no encontraba una persona que sirva de guía, ya que el lugar
exacto lo conocían muy pocos y era guardado con absoluta reserva para que no lo
vayan a destruir.
Por
más de una década luego de investigar a varias personas, finalmente una persona
accede a mostrar una fotografía del lugar a Manuel V. y servirle de guía.
Llenándolo de emoción ya que una las metas que se propuso en la vida era justamente conocer ese lugar.
En
la fotografía se pudo observar un Muro de Piedra seguramente de la cultura Inca
y con esta evidencia que fue descargada en mi computadora ya que Manuel llegó
en la noche con la persona que iba a
guiarnos, se decidió fijar una fecha para la expedición.
Los
días pasaban y Manuel vía correo daba instrucciones de los materiales y
alimentos que se debía llevar: linterna, carpa, botas de caucho, ponchos de
agua, entre otros. Yo le comenté que en mi viajes al volcán Cotopaxi y al
Chimborazo llevé melcochas de Baños y me ayudaron mucho en el ascenso ya que me
dieron calorías y es así que me comprometí a llevar melcochas para todos.
Una
llamada telefónica desde la Capital me indicaba que en dos semanas se daba
comienzo a la expedición. Era Manuel V. que fijaba la fecha para el Viernes 27 de Abril de 2012.
Se
tenía pensado llevar Arqueólogos para que hagan el reconocimiento del lugar e
indiquen de qué cultura puede ser el Muro de Piedra, se hizo las gestiones ante
el Ministerio de Patrimonio pero no se consiguió, sin embargo se pudo contar
con la grata presencia del Biólogo Xavier Viteri.
Estaba
previsto salir 6 personas a la expedición: Manuel Vieira, Manuel Chauvín
propietario de la Hostería Miramelindo en Río Verde, Xavier Viteri funcionario
del Ministerio de Patrimonio, Jhonny Pallo chofer del Ministerio, el Sr. José
Tintín guiando al grupo y mi persona.
La
noche anterior ya tenía preparado gran parte de lo que tenía que llevar, el
reloj biológico me hizo despertar a las
5:00 am y ya no pude conciliar el sueño, después de un
rato entré a la ducha para estar fresco para la caminata, a las 6:30 llegó una
camioneta doble cabina del Sr. Casco, misma que abordamos en Baños con Manuel
Vieira y don José Tintín y nos dirigimos
rumbo a Río Verde donde nos esperaban el resto de Compañeros.
Ya
en Río Verde tuvimos una excelente acogida por parte de Manuel Chauvín y su
Sra. Esposa, luego de desayunar y dar entrevistas a Manuel Vieira que llevaba
una filmadora a la expedición, decidimos seguir nuestro rumbo, contábamos con
dos vehículos para trasladarnos desde Río Verde hacia el Topo una camioneta 4x4
y un Jeep Suzuki Grand Vitara del
Ministerio.
Al
llegar al portal de la Entrada al caserío El Topo el corazón se aceleraba y nos
anunciaba que estaba cerca nuestra aventura.
Subieron
los autos hasta cerca de la Colonia Azuay, hasta un punto donde el guía ordenó que se detengan los vehículos y que se
prepare el equipaje porque empieza la caminata. Enseguida Manuel Vieira y
Xavier Viteri cogían las Coordenadas con GPS.
Luego
de asegurar el Jeep y dejarlo en una entrada alado de una pequeña casita se
procedió a distribuir los alimentos entre los expedicionarios para equiparar el
peso entre todos. Enseguida nos despedimos del propietario de la camioneta y le
indicamos que a las 18h00 nos venga a recoger.
En
este instante el guía tomo el control y no nos quedaba más que seguirle para
dar con nuestro objetivo.
El
cruce bajo la primera alambrada nos anunciaba que este viaje iba a estar lleno
de obstáculos que teníamos que sortearlos uno a uno si queríamos llegar a
nuestro cometido.
Al
coronar la primera loma respiramos y cogíamos fuerzas para continuar con el
recorrido, nos íbamos introduciendo en un clima húmedo y lleno de vegetación,
pasamos por un sendero de empalizada muy resbaloso que en algunos tramos ya se
habían podrido los troncos por efecto del clima y había que ser muy habilidoso
para pisar las chambas y los pocos troncos que quedaban en buen estado para no
hundirse, sin embargo excepto el guía todos en algún momento nos enterramos las
botas y teníamos que arrodillarnos para poder salir de ese terreno pantanoso.
Yo incluso en un momento de descuido enterré mi pierna hasta cerca de la
rodilla y no podía sacarla, tuve que ejercer presión con las manos y la misma
pierna para poder liberarme del fango y no retrasar al grupo.
Manuel
Vieira venía al último, primero por el peso y luego porque venía filmando cada
instante de la expedición.
Después
de transitar por más de dos horas por caminos culebreros, observamos un rancho
a unos 50 metros aproximadamente desde donde pasaba la expedición, por momentos
perdíamos el camino y tocaba seguir las huellas de nuestros compañeros, por lo
que no debíamos alejarnos tanto del guía.
Yo
tomaba fotografías del paisaje cada instante que podía ya que la caminata no daba
para detenerse mucho tiempo.
Llegamos
a una quebrada por donde había bajado un derrumbo y teníamos que ser diestros
para cruzar un camino por donde solo cabía la bota y no caer al barranco.
Llevábamos
ya caminando más de tres horas y a lo lejos divisamos otro rancho, al llegar a
este lugar hicimos un alto para descansar y servirnos alimentos que habíamos
trasladado. Enseguida dijo el guía hay que continuar si no queremos hacernos
muy tarde.
Cargamos
otra vez nuestro equipaje y ahora nos encontrábamos con otro panorama frente a
nosotros. Tocaba descenso de montaña empinada. El guía iba delante abriendo
trocha con un machete y el resto veníamos luego. La vegetación era más tupida,
nos encontrábamos ahora dentro de paisajes selváticos. En ocasiones nos
deteníamos porque no había forma de pasar
y tocaba buscar otra ruta, la vegetación era espectacular, helechos, bromelias,
orquídeas nunca antes vistas, gran
variedad de insectos, el cantar de las aves me envolvía en una melodía única, de
pronto un grito del compañero Jhonny me regresaba a la realidad “Si vieron lo
que pasó” a lo que contestamos que no, y nos informa que el guía bajó o cayó
cuatro metros y que era eso lo que nos tocaba hacer a cada uno de nosotros,
apoyándonos en troncos, lianas y raíces de los árboles, continuábamos el descenso
sin importar las espinadas y cortes en las manos.
Luego
de unos 45 minutos de descenso llegamos hasta el río, el agua era cristalina y
provocaba echarse un chapuzón, pero teníamos que continuar por lo que solamente
nos refrescamos y proseguimos el viaje. Se buscaba una entrada en la montaña
del frente de donde saliera un riachuelo que nos iba a conducir al Muro de
Piedra.
Caminamos
más de 1 Km río arriba y nos llenamos de emoción ya que encontramos unas
extrañas piedras con orificios circulares que podían servir probablemente para
lavar oro o se cree que probablemente las utilizaban los Incas para machacar
hoja de coca que era su hoja sagrada.
Estábamos
ansiosos por llegar, sin embargo el guía no sabía lo que pasaba, se había
perdido, no hallábamos el Muro, al descenso de la pendiente salimos mal y no se
orientaba. Manuel Chavín decidió hacer una oración invocando a los espíritus de
la selva que nos dejen llegar al Muro. Es bien sabido que en las leyendas de
los Llanganates cuando los intrépidos aventureros están cerca del lugar las
montañas se mueven y no dejan localizar las ruinas.
Más
tarde encontramos un martillo de piedra y le tomé unas fotografías, luego de un
rato apareció Manuel V. y le indiqué el hallazgo, a lo que me respondió estamos
cerca del Muro, los vestigios lo indican.
Manuel
Chauvín también vio el martillo y luego se lo depositó al lado del río, escondido para que no sea sustraído
del lugar, Xavier no lo pudo ver porque ya estába de retorno con el guía.
Al
llegar al sitio donde descendimos la montaña quisimos seguir río abajo en la
búsqueda del Muro, pero el guía nos dijo que ya es muy tarde y que teníamos que
regresar para que no nos atrape la noche.
A
lo que desilusionados por no encontrar el Muro decidimos subir la montaña
internándonos nuevamente en la selva tupida. Yo iba al último en este tramo del
viaje, ya estábamos muy cansados pero teníamos
que continuar, delante de mí iba Manuel Vieira a paso lento, el ascenso
era pujante a ratos nos deteníamos para tomar fuerzas y continuábamos, en
ocasiones silbábamos o gritábamos los nombres de los que iban adelante para
orientarnos sin embargo en un momento ya no nos contestaban y nos perdimos un
cierto tramo.
La
cuesta era recia, Manuel ya no avanzaba y en un momento observo que le vence el
cuerpo hacia atrás pero justo estaba yo para poner el brazo y sostenerle,
gracias a Dios no pasó nada.
Al
fin subimos toda la montaña y llegamos al rancho todos cansados llevamos una
carpa y conversábamos para quedarnos a pernoctar. Xavier dijo que no, que él
tenía que regresar porque estaba preocupado por el vehículo que quedó parqueado
en la carretera y conjuntamente con Jhonny decidieron regresar. Tanto Manuel Vieira
como Manuel Chauvín y mi persona estábamos totalmente rendidos, entonces le
explicamos al guía que retorne con Xavier y Jhonny pero que volviera por nosotros
al siguiente día, a lo que respondió que no, que él también está cansado y que
mañana él ya no volvería y que salgamos solos. Hubo un momento de dilucidar
entre todos y el guía decide quedarse también acompañando, para no regresar al
siguiente día. Yo viendo que ya se quedaba el guía decido sumarme a Xavier y
Jhonny en el regreso, Mis compañeros que se quedaban nos dicen que les dejemos
provisiones ya que nosotros retornábamos a Baños y ya no las íbamos a necesitar,
es así que yo les dejo media funda de melcochas y un atún, Xavier hace lo mismo
y Jhonny también. Me piden también la carpa que era la única que llevamos
porque no pensamos acampar ahí, luego de eso nos despedimos indicándoles que
íbamos a avisar en Baños que no se preocupen que se quedaban con el guía y que en
la mañana siguiente partían del lugar.
Sabíamos
que estábamos a tres horas de camino hacia la carretera y si no nos apurábamos nos
iba a coger la noche, por lo que aligeramos el paso para llegar en menos tiempo,
el guía nos dirigió unos 200 metros y se despidió, nos dio unas breves
indicaciones como debíamos regresar y continuamos el viaje, eran más de las
4:00pm cuando decidimos regresar.
Ya
llevábamos dos horas de camino y perdimos el rastro en contadas
ocasiones, que nos hizo perder valioso tiempo, en un momento ya empezamos a
desesperarnos nadie decía nada pero estábamos perdidos, ya empezaba a llover
y a oscurecer y el pánico empezaba a invadir nuestras mentes, mis piernas ya
no daban más llevábamos caminando desde la mañana, Jhonny empezó a gritar
al mismo tiempo en broma y al mismo tiempo en serio “Dios Ayúdame, donde ha
sido de venir a dejar mi cuerpecito”. Seguíamos caminando no sé cómo, en un momento siento que mi cuerpo no puede más y se desploma dando una voltereta entre la hierba y enseguida escucho las voces de mis
compañeros que me animan a levantarme, le digo a Jhonny que ya no puedo dar un paso
y él me dice lo mismo que parece que tenemos que pasar la noche bajo un
árbol, de pronto Xavier ve una silueta entre la penumbra y nos llama, nos dice
que parece ser el primer rancho que pasamos en la mañana, cosa que no podíamos
saber hasta no acercarnos lo suficiente. En ese instante ya no perdíamos nada era nuestra
última esperanza, conforme nos íbamos acercando se iba confirmando lo que
pensábamos. Una vez ahí Xavier dice que le ayudemos a encontrar la puerta
porque estaba ya completamente oscuro y no la hallaba, al tanteo avanzo a
encontrar la puerta con dos argollas pero con un candado y no podíamos
ingresar. Xavier procede entonces a sacar dos tablas de uno de los costados de
la choza ya que teníamos que ingresar a como de lugar, era nuestra salvación,
estábamos completamente empapados y necesitábamos descansar.
Antes
de ingresar alumbramos el interior y vemos que hay guano (caca de murciélago)
en el interior pero no teníamos otra opción, una vez adentro nos cambiamos de
ropa lo poco que teníamos seco en las mochilas y ahora si vino la parte de
supervivencia la pregunta era que comemos, nos moríamos de hambre y de sed. Las provisiones les dejamos a nuestros
compañeros en el otro rancho. Xavier dijo que tenía un jugo pequeño envasado,
Jhonny tenía un sánduche en supan integral y yo tenía unas pocas melcochas que
conserve de la funda, esas eran todas nuestras provisiones, por lo que
procedimos a dividirle al sánduche en tres partes iguales, repartimos las
melcochas y nos tomamos dos sorbitos de jugo cada uno guardando el resto para
el siguiente día.
Una
vez engañado nuestro estómago nos recostamos boca arriba los tres en un espacio
de un poco más de un metro, es así que no podíamos ni movernos, luego de apagar
mi linterna, el zumbido de las arenillas, los sancudos y mosquitos no nos
dejaban dormir, por suerte yo lleve repelente, pero sin darme cuenta me puse en
las manos haciéndome gritar del dolor ya
que tenía cortadas de las hojas y ramas, sin embargo los insectos se dieron
modos de picarnos.
El
frío penetraba los huesos, pero algo pudimos dormir hasta que a la media noche
nuevamente nos despertamos con unos chillidos, eran los murciélagos que querían
entrar en la choza pero prendimos la linterna y se fueron a otro lado.
A
las 5 y 30 am empezamos a despertarnos, yo casi no podía levantarme luego de
haber dormido en una sola posición en el tablado, mi cuerpo estaba molido, me
dolía el cuello y la espalda. Empezamos a levantar nuestro equipaje cuando de
pronto empiezan a volar por nuestras cabezas los quirópteros, íbamos a salir en
picada a lo que Xavier nos dice no se muevan ellos no se van a chocar con
nosotros por los radares que tienen, nos quedamos en silencio mientras giraban
en ese pequeño espacio, todo indicaba que durmieron con nosotros en la choza,
al poco rato se fueron y pudimos continuar armando las mochilas.
Decidimos
partir temprano porque nos preocupaba el jeep, nos tomamos el resto del jugo
que guardamos, comimos las ultimas melcochas, salimos del rancho y a caminar se
ha dicho.
Un
amanecer espectacular en el monte, mientras caminábamos pensaba como pasarían
la noche mis otros compañeros en el otro rancho.
Llegamos
hasta unas alambradas, donde el toro que estaba el día anterior parece ser que
había llamado a todos sus camaradas al lugar, eran siquiera una docena de reces
que obstruían el camino. Empezamos a pasar de forma sigilosa en medio del
ganado hasta que vemos que un toro blanco bajaba con todo en dirección hacia
nosotros, todavía tengo su mirada penetrante, estábamos invadiendo su
territorio, no nos quedó más que correr llegamos con las justas a lanzarnos
bajo una alambrada y el cuadrúpedo se detuvo de golpe. Respirábamos aliviados y
al mismo tiempo nos reíamos. Que aventura pensaba ésta tengo que contarla algún
día a mis nietos.
Finalmente
llegamos a una loma de donde se pudo divisar el vehículo y mis compañeros se
tranquilizaron, todavía recuerdo la frase de Jhonny “Gracias Diosito por
sacarme de aquí con vida”.
Ya
en la carretera nos refrescamos en un riachuelo y pensábamos en nuestros
compañeros en que momento saldrían o si tal vez nuevamente decidieron bajar a
buscar el Muro.
Subimos
al vehículo con rumbo a Río Verde para dar aviso sobre la situación ya que en todo
ese sector no hay señal telefónica.
Una
vez que llegamos a la Hostería nos recibe preocupada Patricia Guevara esposa de
Manuel Chauvín y lo primero que hizo es preguntarnos lógicamente por su
esposo que no venía con nosotros, le respondimos que decidió quedarse, que
estaba muy cansado al igual que Manuel Vieira y decidieron pasar la noche en el
monte, le indicamos que para ellos nosotros ya debíamos haber salido el día anterior.
Le
contamos lo sucedido y ella nos comentó que a ratos ya quería avisar a
organismos de socorro pero decidió esperar, que si no salíamos hasta el
mediodía del sábado tomaba todas las acciones del caso.
La
tarde anterior Patricia había subido con su camioneta a esperarnos cerca de la
colonia Azuay pero no sabía exactamente el sitio por donde emprendimos nuestra
incursión. Luego de esperarnos por algunas horas y viendo que ya anochece
decide regresar a Río Verde a planificar las acciones para el siguiente día.
Nos
dice que le tranquilizaba un poco saber que estábamos con el guía y que su
esposo es fanático de los programas de supervivencia en la TV.
Luego
de servirnos un delicioso desayuno contando nuestras anécdotas, decidimos
regresar con Patricia al Topo para indicarle exactamente el sitio por donde
tendrían que salir el resto del grupo.
Xavier
con su chofer se despidieron en Río Verde y regresaban a la Capital
indicándonos que les mantengamos al tanto de cualquier situación.
Al
llegar al sitio Patricia me dice: yo conozco a mi esposo él va nuevamente a
bajar a buscar el Muro que crees tú, le respondo que Manuel Vieira también no
va a dejar pasar esta oportunidad y que una vez ya descansados creo que van a
bajar nuevamente aprovechando que está el guía de su lado.
Para
ese rato manejábamos dos posibles escenarios: 1ro que hayan decidido regresar
al igual que lo hicimos nosotros y saldrían al medio día más o menos o 2do que
hayan bajado nuevamente y saldrían al atardecer.
Patricia
dice que debo estar muy cansado y que si deseo vaya a Baños para descansar y
que ella se queda haciendo guardia. Me lleva hasta la entrada al Topo donde me
embarco en un Bus que me lleva hasta la ciudad de Baños.
Ya
en casa no lo podía creer que salí vivo de aquel lugar, tome un baño
refrescante en agua caliente y luego decidí regresar manejando el automóvil
hasta cerca de la colonia Azuay para ver que se sabía de mis compañeros y de lo
contrario que acciones tomar.
En
el camino a la Colonia Azuay me dice una Sra. Que ya habían bajado los
“turistas” en un carro, y decido regresar a Río Verde. Hay me encuentro con el
resto del grupo y era una gran emoción contándonos anécdotas de parte y parte.
Era
como lo sospechábamos decidieron regresar y buscar el Muro nuevamente pero
tampoco pudieron localizarlo, sin embargo sirvió para que ellos localizaran
nuevas piedras tipo martillo y otras con canales y formas de escudos, que de
igual forma fueron dejadas en el lugar tapadas por la vegetación.
Manuel
Vieira sufrió un golpe en el cráneo después de un resbalón en el río que pudo
haberle causado incluso la muerte, gracias a Dios en los posteriores días con
medicamentos no pasó a mayores.
El
guía frustrado en cierta forma por no podernos mostrar el Muro nos llevó con
otra persona que también conoce el lugar y se planifica una nueva aventura…….
Esta historia continuará………